Jade fue descubierta sola en una casa con puertas cerradas y paredes altas en la que no vivía nadie. Estaba piel y huesos ya que no había comido ni bebido durante mucho tiempo.
Carecía de fuerzas incluso para levantar su cabecita. Poco después, se produjo un rescate de emergencia y la llevaron al veterinario.
Se descubrió que Jade tenía parvovirus y moquillo. Para preservar su vida, el médico le administró una transfusión de sangre de alto nivel. Su diarrea y debilidad todavía eran agudas, pero todo estaba bajo control.
El veterinario afirmó que sólo estaba viva gracias a un milagro. A pesar de que los resultados de la PCR no habían mostrado mucho progreso, Jade volvió a comer.
En aquel entonces tenía fuerzas suficientes para alimentarse por sí misma. Tuvo que soportar el hambre, el frío y las enfermedades mientras luchaba por su vida.
Jade merecía ser una guerrera formidable. Jade fue dada de alta del veterinario el mismo día que la devolvieron a su nuevo dueño. A partir de entonces tendría una vida llena de amor y cuidados.
Me alegré muchísimo de haber podido modificar su destino.
Una perra vivaz y entusiasta, lo que recibió valió la pena.